Cada voz es valiosa
Maryna ha sido parte del Movimiento de la Cruz Roja desde que tenía 14 años (2009). Poco después de comenzar como voluntaria en su ciudad, se convirtió en una líder juvenil y en un miembro valioso del equipo en la sede de la Cruz Roja en la capital, Kiev. Maryna reflexiona sobre su vida y su trabajo para la Cruz Roja: “Ser mujer es cambiar a otros cambiándose a sí misma”.
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”¿Cuál es el valor de la voz? En particular la de una mujer joven nacida a mediados de los 90 en Ucrania tras la disolución de la URSS, un país en una búsqueda desesperada de sí mismo y de su lugar en el mundo.

Imagina una ciudad pequeña en medio de la nada. Una escuela normal, donde saltarse las clases era considerado una virtud e interesarse por los estudios no era causa de elogio, sino de acoso. Donde hasta dos tercios de las chicas del lugar daban a luz y se casaban justo después de graduarse, para acabar divorciándose al cabo de un año más o menos. Mezcla eso con una mentalidad pueblerina, un patriarcado omnipresente y un abuso del alcohol extendido. Lo que sacas es un cóctel bastante peligroso; solo para los elegidos.

No es difícil deducir que a los ojos de la sociedad local la voz de una mujer a veces valía como mucho la mitad de la de un hombre. Durante mucho tiempo –quizá demasiado- lo di por supuesto. Me habría llevado probablemente más tiempo darme cuenta de lo que estaba pasando si no hubiera tenido la oportunidad de participar en algunas discusiones honestas, serias y respetuosas sobre las cuestiones de género, algo impensable para mí en esa época. Incluso ahora, yo misma me preparo cada vez que hablo sobre ello.

Lo que demostró ser finalmente una experiencia transformadora fue mi participación en las actividades del voluntariado de la Cruz Roja. La Cruz Roja me introdujo en las posibilidades ilimitadas de la educación informal. Disfruté de ellas, tanto como aprendiz y, poco después, como instructora y facilitadora por mérito propio. Algo empezó a cambiar de manera gradual. Conocí a mucha gente de todo el país, a veces de fuera. Los odiados límites de la ciudad ya no parecían tan impermeables como antes, la sabiduría recibida tan indiscutible.

Llegó en 2014, con el fuego y la gloria del Euromaidan, con las lágrimas y sufrimiento del conflicto armado que le sucedió. La guerra es la apoteosis de la violencia, la respuesta final a una pregunta desconocida. Mis preguntas, en cambio, eran bastante simples, pero apenas más contestables: ¿Por qué ocurre? ¿Para qué?

Fue la búsqueda de respuestas la que me llevó finalmente a abrazar la Cruz Roja y convertirme en coordinadora juvenil a tiempo completo, esta vez en Kiev, la capital de Ucrania.

Lo que encontré me dejó consternada, pero también, de un modo extraño, me sentí revitalizada. La gente no es siempre lo que parece. No hay dos historias idénticas. Las raíces de la violencia son profundas, tanto en la historia de la humanidad como en la vida de una persona individual. Y la llave para cambiar la primera se encuentra en la transformación de la última. De ahí el valor de la educación humanitaria. Y de algún modo todo convergió en “¿quién se va a ocupar de ello, si no yo misma?”. Debería convertirme en un modelo, predicar con el ejemplo y vivir los cambios que estoy intentando provocar en otros. Extrañamente, fue ahí que mi feminidad hizo clic, encajando finalmente el rompecabezas. Ser mujer es cambiar a los otros cambiándose a sí misma, por tu propio bien, no por el de los demás. En ese momento, lo sentí como la conclusión más lógica posible.

”Espero ver más igualdad en el mundo”

– Maryna Kozhedub, la Ucrania

Encontré a compañeras que compartían mis pensamientos y sentimientos y que me dieron un impulso poderoso para trabajar más en el escenario nacional e internacional para promover por el mundo mis verdades recién encontradas y apenas adquiridas. En 2018 me postulé con éxito como miembro del Comité Europeo de Coordinación Juvenil (EYCC), que agrupa a los movimientos juveniles de todas las sociedades nacionales de la Cruz Roja y la Media Luna europeas. Como miembro del EYCC siempre insisto en la importancia de promover valores humanitarios a través de la educación. No es de extrañar que decidiera elegir la educación humanitaria como mi prioridad y principal área de interés. Aunque es un camino estrecho, es también el correcto. Hay poco que pueda compararse a tus sentimientos cuando ves a la gente joven replantearse sus actitudes y cambiar su modo de actuar hacia la cultura de la no violencia y la paz después de recibir una buena sesión de YABC.

A veces todavía oigo esos eternos y molestos puntos de vista como “¿No tienes otra cosa que hacer?”, “Entonces, ¿cuándo te vas a casar?”, “Eres una mujer, tienes que ser una fiel compañera para un hombre”. Pero ahora que he destapado mis vendas siento que puedo influir eficazmente sobre los prejuicios y estereotipos en la base de esos ataques verbales: influyendo sobre los influyentes. Estoy cumpliendo solamente 24 años, este año. Me queda toda una vida por delante, una vida en la que espero ver más igualdad. En la que no importe cuál es tu identidad de género, ¡y tu voz sea valiosa porque eres un ser humano con dignidad!

Maryna Kozhedub

la Ucrania, 2009

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El análisis muestra que los puestos de trabajo de las mujeres han sido un 1,8 más vulnerables durante la pandemia del coronavirus que los puestos de trabajo de los hombres: las mujeres representan el 39 % del empleo mundial, pero el 54 % de la pérdida total de puestos de trabajo en mayo de 2020.

– McKinsey 2020

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