Ser hija de un banquero y una predicadora significaba que había mucho en juego a la hora de que Joan eligiera su carrera profesional. Su educación no pareció favorecerla cuando quedó embarazada cuando era adolescente y abandonó la escuela. Afortunadamente, su familia la apoyó a pesar de estar decepcionada después de enterarse. Los esfuerzos de su padre para convencerla de que completara su educación secundaria resultaron inútiles, ya que optó por casarse.

El matrimonio duró cuatro años. Su esposo se volvió abusivo y una vez la golpeó tanto que terminó en el hospital con una mandíbula rota. Joan logró abandonar la relación abusiva y decidió buscar empleo para apenas mantenerse a sí misma y a su hijo. El anuncio de la Cruz Roja que vio en el periódico local se convirtió en una luz al final del túnel.

Su compañera de trabajo en la compañía Meat, donde trabajaba conduciendo para hacer entregas, la animó a postularse después de ver su trabajo duro y con dedicación. Ella solicitó el trabajo como conductora y luego de entrevistas tanto verbales como prácticas fue contratada. El campo humanitario no era nuevo para ella, ya que había trabajado como voluntaria en una ONG local antes de encontrar un empleo formal. Sin embargo, los primeros cuatro años en su nuevo trabajo iban a ser desafiantes ya que la Sociedad Nacional no pagaba sus salarios de manera constante. Sin embargo, ella aguantó y oró con fe y continuó yendo a trabajar todos los días.

No fue sino hasta 2012, cuando la Sociedad Nacional tuvo un cambio de gestión que las condiciones laborales mejoraron. Joan seguía siendo la única mujer que trabajaba con diez hombres. Esto no era algo de lo que ella se cohibiera, sino que lo encontraba interesante y atractivo. Desafortunadamente, la mayoría de ellos abandonaron sus trabajos para buscar mejores oportunidades, lo que redujo la mano de obra de once a dos.

Joan quería mejorar sus habilidades de conducción, pero lo dudaba después de que su colega masculino la desanimara. Llegó el momento en que se necesitaban sus servicios en las distantes llanuras arenosas del oeste de Zambia. Su colega volvió a hacerlo y le dijo al jefe de proyectos que la reemplazara por él. Sin embargo, el jefe de proyectos insistió en que era hora de que Joan realizara las tareas equivalentes a la descripción de su trabajo. Joan condujo al equipo por las llanuras y los terrenos, lo cual ¡impresionó al gerente de proyectos, quien luego le estrechó la mano por estar a la altura del desafío.

Otro desafío que Joan ha enfrentado ha sido trabajar hasta tarde y estar lejos de casa. Ahora se volvió a casar y es madre de seis hijos y abuela de cinco nietos. A pesar de esto, está agradecida con su esposo quien entiende su pasión por la humanidad.

Doce años después, Joan es ahora la conductora con más tiempo en la historia de la Cruz Roja de Zambia. Se enorgullece de sí misma por aceptar el trabajo y redefinir las normas tradicionales sobre las mujeres. Tuvo su viaje más largo de un día el año pasado en junio, cuando cubrió 1050 km en doce horas, lo que ella describe como "muy buena velocidad". Ella se jacta de tener menos de quince pinchazos de neumáticos y no más que unas cuantas averías ocasionales en todos sus años de servicio. Ella dice que Dios la ha ayudado a superar sus desafíos diarios de hacer malabares con el trabajo, la familia y su servicio a la iglesia como pastora en su iglesia local.

Conocer personas de diferentes culturas y tradiciones es la principal alegría del trabajo de Joan. Se enorgullece de llamarse a sí misma la "embajadora de la marca", ya que es la primera persona con la que los delegados internacionales entran en contacto cuando los recoge del aeropuerto. Con tanta pasión por su carrera, Joan agrega cómo ha conquistado una fraternidad dominada tradicionalmente por los hombres, pero que ya no lo es. Desea retomar sus estudios y completar su educación secundaria cuando su horario de trabajo lo permita.