Una vida dedicada a ayudar a los demás
Se encontró con situaciones de guerra varias veces. Decidió conducir a un campo de batalla para salir y obtener recursos para un centro de diálisis, mientras temía por su propia vida y la de sus colegas. La Sra. Atedal Abdo Nasser no deja que nadie le impida cumplir con su trabajo humanitario: “Tengo suerte de que mi familia siempre me haya apoyado. Continuaré con este trabajo hasta que se me pare el corazón.”
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“Crecí en una zona llamada Maasheq. Nuestra casa estaba en una montaña, teníamos cuatro vecinos yemeníes, el resto de las familias eran inglesas. De niña siempre iba a la casa de la doctora, cerca de la nuestra, para dejarle ver a nuestras mascotas. Me enseñó primeros auxilios y me regaló un kit de primeros auxilios. Ella fue la persona que hizo que me interesara en ayudar a otros.

No mucho más tarde el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) visitó mi escuela en Aden. Estaba en el patio, atando los cordones de una de mis compañeras que se había caído en el recreo. Llamé su atención; vinieron hacia mí y me preguntaron si quería aprender primeros auxilios, y que me podían enseñar. Estaba tan contenta. Fui a las sesiones en la sede del CICR en Al-Ma’ala.

Cuando tenía catorce años me hice voluntaria de la Media Luna Roja en Aden. La vida estaba bien, hasta que la guerra empezó en 1986. Miles de personas fueron asesinadas, fue horrible. Recuerdo un día en que nosotros –los voluntarios de la Media Luna Roja- estábamos en el campo y teníamos problemas con los beligerantes. Nos pidieron que entregáramos los eslóganes de la Media Luna Roja. Querían utilizarlos para entrar en los hospitales y secuestrar a los heridos. Eso es un delito y afortunadamente conseguimos esconderlos de ellos. Pero fuimos torturados por hacerlo.

Tras el final de la guerra algunos colegas y yo conseguimos escapar de Aden a Sana’a y nos unimos a la sección de la Media Luna Roja allí. Esperábamos días mejores, pero unos pocos años después, en 1994, la guerra civil estalló allí. Los hospitales tenían falta de suministro por la salida de médicos extranjeros. Llamé a los voluntarios y les enseñé primeros auxilios, enfermería clínica y cuidados a los heridos. Los distribuimos por diferentes hospitales y les supervisamos. Nunca obtuve un título oficial de médico. Aprendí todo lo que sé en el terreno. Fue suficiente para enseñar a otros a manejar situaciones de crisis.

”Fui torturada porque no queríamos entregar los eslóganes de la Media Luna Roja”

– Aietdal Abdo Nasser, Yemen

En 2015 viajé de vuelta a Aden para trabajar como apoyo psicológico para los detenidos en la cárcel central. Aden era segura en ese momento. El trabajo era genial, lo estaba haciendo bien. Hasta que –una vez más- estalló la Guerra. No podía regresar a Sana’a. Me vi obligada a permanecer en Aden y junto a otros voluntarios intentamos salvar vidas de los combates. Fueron momentos duros. Hubo muchos problemas y situaciones de crisis. Una de las crisis que recuerdo más intensamente fue el momento en que visitamos un centro de diálisis. Había alrededor de 350 pacientes. El hospital no tenía todas las provisiones para tratarles. No había presupuesto, por lo que decidí alquilar camiones con mi propio dinero. Puse en ellos el logo de la Media Luna Roja y los llené de comida, agua, kits de primeros auxilios y hielo –hacía tanto calor- y pregunté a los jóvenes voluntarios quién quería venir conmigo. Algunos rechazaron por la gravedad de la guerra. Pero otros respondieron con: ¿Nos dejarán pasar en los controles? Contesté: “Les daremos comida y ayuda de emergencia y les diremos cuál es nuestro destino.” No estaba segura de que funcionaría, pero teníamos que intentarlo.

Nos pusimos en camino y por supuesto nos pararon en uno de los controles. Nos pidieron que saliéramos de los vehículos. Les dije que era la líder del grupo y que dejaran en paz a los otros. Bajé para la inspección. Gracias a mis años de experiencia en situaciones de guerra pude convencerles de nuestra neutralidad y destino. Les di comida y un kit de emergencia y nos permitieron pasar. Pero entonces condujimos hasta los combatientes del bando contrario.

No fueron convencidos tan fácilmente. Si no fuera por un oficial amigable, probablemente nos habrían matado. Pero logró convencerles de que éramos una organización neutral. Les dimos comida y un kit de emergencia y continuamos nuestro viaje. Llegamos finalmente al hospital en Nasr. Conseguimos los filtros y otras provisiones necesarias y regresamos a casa. Era una carretera de la muerte. Las ciudades por las que pasamos eran ciudades fantasma: solo vimos cadáveres y combatientes. Todos los habitantes habían huido. Las balas pasaban volando sobre nuestras cabezas. No sé cómo, pero finalmente conseguimos regresar sanos y salvos al centro. Instalamos los filtros para los pacientes. Se salvaron. Tras acabar, me eché a llorar. Lloré como nunca había llorado antes. No sé todavía si era de alegría o de miedo.

Tengo suerte de que mi familia siempre haya apoyado mi trabajo. Fui capaz de organizar mi vida personal alrededor de mi trabajo para la Media Luna Roja. Mi marido siempre ha estado a mi lado y me apoya en todo lo que hago. Estoy muy agradecida por eso, porque continuaré trabajando para la Media Luna Roja hasta que se me pare el corazón.”

Atedal Abdo Nasser, Secretaria General Adjunta para Asuntos Humanitarios y Mujeres en Yemen.

Aietdal Abdo Nasser

Yemen, 1970

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Es más probable que las mujeres disminuyan y subvalúen sus habilidades y logros profesionales que sus contrapartes masculinas.

– Barriers and Bias: The Status of Women in Leadership, American Association of University Women

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